sábado, 2 de octubre de 2021

Matadero Cinco, de Kurt Vonnegut


 

 

Matadero Cinco

Matadero Cinco, o La Cruzada de los niños, es un libro difícil de encasillar. Podríamos decir que es una novela realista sobre la segunda guerra mundial y al mismo tiempo una novela de ciencia ficción sobre viajes en el tiempo, sin que ninguna de estas dos temáticas predomine sobre la otra, sino que de alguna manera se complementan. También podríamos decir que es una novela atrevida, ácida, divertida y triste al mismo tiempo. Muy de los sesenta, vamos.

Comencemos hablando del autor, Kurt Vonnegut, pues sus experiencias en la segunda guerra mundial, en particular el bombardeo de Dresde, le llevaron a escribir esta novela.

Kurt Vonnegut nació en Indianápolis, EE.UU., en 1922, cuarta generación de emigrantes alemanes. Ingresó en la universidad con la idea de sacarse una carrera técnica, sin demasiado entusiasmo, pues prefería las humanidades. Apenas había empezado sus estudios cuando estalló la segunda guerra mundial y tuvo que incorporarse a filas. Inicialmente fue destinado a tareas de ingeniería mecánica, sin tener que salir de su país. Esto cambió en 1944 cuando empezó a planearse la llamada “invasión”, que luego se plasmaría en el Desembarco de Normandía. Harían falta muchas tropas estadounidenses en el nuevo frente de Europa occidental, así que Kurt fue trasladado a un campo de adiestramiento para recibir entrenamiento de combate.

El joven Kurt Vonnegut

El campamento estaba situado cerca de su casa, donde podía ir todos los fines de semana a ver a su familia. En una de estas visitas, Kurt descubrió que su madre había muerto la noche anterior: se había suicidado con pastillas. Al parecer, una de las razones que le llevó a tomar tan trágica decisión fue la inevitable incorporación de su hijo al frente.

Sin acabar de reponerse de su desgracia familiar, Kurt fue trasladado a Francia en el otoño de 1944, cuando buena parte del país había sido ocupado por los aliados y las tropas alemanas se replegaban hacia sus fronteras. Se esperaba que la guerra terminase antes de la Navidad de ese año, pero aquel invierno el moribundo Tercer Reich aún tenía fuerzas para dar un último zarpazo: la famosa contraofensiva de las Ardenas, en la que miles de soldados americanos, entre ellos la división de Vonnegut, quedaron atrapados en la nieve y rodeados por tropas alemanas. La mayoría de estos soldados fueron hechos prisioneros y trasladados al interior de Alemania. En el caso de Vonnegut, su destino fue la ciudad de Dresde, donde llegó el 22 de diciembre.

Dresde era entonces una ciudad mediana y tranquila, pero tenía una importancia cultural enorme. Había sido capital del reino de Sajonia, el más próspero de la Alemania del siglo XVII y tenía una bellísima arquitectura barroca, por lo que era conocida como “La Florencia del Elba”.  El propio Vonnegut dijo que era la primera ciudad bonita que había visto en su vida.

Image of Dresden from 1900
Dresde a principios del siglo XX

Kurt no tuvo mucho tiempo de apreciar su esplendor: el 13 de febrero de 1945, cientos de bombarderos de las fuerzas aéreas británicas y estadounidenses sometieron a Dresde a un ataque brutal durante dos días, dejando caer casi 4000 toneladas de explosivos y bombas incendiarias, dañando gravemente casi todos los edificios e incluso demoliendo algunos hasta sus cimientos. Lo que no fue destruido por las explosiones se lo llevó por delante un incendio masivo que duró varios días. Se desconoce el número exacto de muertos, pero se estima en al menos 25000, prácticamente todos civiles.

El infierno que se desató en Dresde se ha comparado con la bomba de Hiroshima. Todavía hoy siguen sin esclarecerse las verdaderas razones para llevar a cabo un bombardeo tan atroz y destructivo, porque la ciudad era cualquier cosa menos un objetivo militar. Se aduce que tenía industrias de armamento y que era un importante nudo de comunicaciones. Sin embargo, la mayoría de las industrias quedaron intactas, así como los puentes y otras infraestructuras, mientras que el centro histórico quedó completamente arrasado. Si tenemos en cuenta que además los aliados tenían la guerra prácticamente ganada, se sospecha que las intenciones no eran estrictamente militares, y que el objetivo era humillar y aterrar a la población civil, vengando de esta manera los terribles bombardeos sobre ciudades británicas que había llevado a cabo la fuerza aérea alemana cuatro años antes.

A view of Dresden after the allies’ bombing 1945.
Dresde después del bombardeo
 En lo que respecta a Kurt Vonnegut, sobrevivió al bombardeo por estar alojado en los sótanos de un matadero (el famoso Matadero 5). Posteriormente, fue destinado con otros prisioneros a la desagradable tarea de encontrar cadáveres entre los escombros, aunque tuvieron que esperar varios días a que se pudieran tocar las piedras sin quemarse.

Al cabo de unas semanas, los prisioneros americanos fueron trasladados a un campo de internamiento cerca de Checoslovaquia. Un día se dieron cuenta de que los guardias les habían abandonado huyendo del avance soviético. Era el fin de la guerra. Los alemanes se rindieron en mayo de 1945 y Vonnegut sería repatriado ese mismo mes.

En la posguerra, Vonnegut se ganó la vida ejerciendo de periodista y, posteriormente, como relaciones públicas, mientras sacaba tiempo para escribir novelas de ciencia ficción en las que solía incluir detalles de sátira social, moral e incluso religiosa. Consiguió un cierto éxito con Las sirenas de Titán (1958) y Cuna de Gato (1960). Para 1968 se sintió con ganas de contar su “versión” sobre el bombardeo de Dresde, y así surgió Matadero Cinco. El libro fue un éxito inmediato.

Kurt Vonnegut (1922-2007).
El ataque a Dresde no acortó la guerra ni medio segundo, no debilitó ninguna defensa ni ataque alemán en ninguna parte, no liberó a ningún prisionero en los campos de exterminio. Solo una persona en todo el planeta se benefició de aquel bombardeo: yo. Calculo que saqué unos tres dólares por cada persona muerta. Kurt Vonnegut.

La novela comienza con el propio escritor documentándose sobre los hechos, y visitando a un antiguo compañero de arma, Bernard O’Hare. La esposa de Bernard le hace saber a Kurt que no aprueba las novelas bélicas, y que las guerras no las luchan héroes, sino críos. A esto contesta Kurt diciendo que no piensa glorificar la guerra, que la novela se llamará “la Cruzada del los niños” y que no habrá ningún papel en ella para John Wayne.

Entonces la novela pasa a mostrarnos al protagonista, Billy Pilgrim, que ciertamente no tiene nada en común con John Wayne. Es un individuo de constitución delgada y escaso carácter. Su papel en la guerra no es el de combatiente, pues los mandos no le creen apto para llevar armas y le han asignado el puesto de ayudante de capellán.

Durante la ofensiva de las Ardenas, Billy, como tantos otros, acaba al otro lado de las líneas alemanas. Su situación es realmente desesperada: no lleva ni siquiera una mochila, viste un uniforme de paseo y calza unos zapatos de verano (uno de ellos sin tacón) con los que tiene que caminar por la nieve.

En un momento dado, Billy siente que no puede más y se detiene. Es entonces cuando sufre un salto temporal, viajando al pasado. Su conciencia se desplaza a cuando era un niño de pocos años, y su padre intentaba enseñarle a nadar a lo bruto, esto es, arrojándole a una piscina de sopetón. El método o funciona y Billy acaba en el fondo de donde es rescatado por un socorrista. Justo después da otro salto temporal, en este caso al futuro, a 1965, cuando visita a su madre moribunda en un asilo de ancianos. Y pronto vuelve a dar otro salto, y otro y…

Finalmente, Billy regresa al punto de partida en el invierno de 1944, y es hecho prisionero por soldados alemanes. Cuando esa noche puede por fin descansar en un sitio caliente, Billy se duerme, y vuelve a saltar… estos saltos son ya constantes en la novela, viviendo Billy otros momentos de su existencia: su recuperación de la guerra en un hospital de veteranos, su matrimonio, su infancia, su vejez, su nacimiento y su muerte, sin que haya ningún orden ni ningún patrón en estos episodios.

En uno de los saltos, en este caso a su mediana edad, Billy vivirá un capítulo muy significativo de su vida: estando en el jardín de su casa, es raptado por extraterrestres del planeta Tralfamadore, que lo llevan a su planeta y lo exhiben durante unos años en una especie de zoo, aunque procurando que a Billy no le falte de nada, así que este se toma su cautiverio con filosofía.

Los tralfamadorianos tienen un aspecto cómico, con un cuerpo rechoncho del que sale, a modo de cabeza, una mano que tiene un ojo en la palma. Pero esto no es lo más particular de ellos. Como pronto aprende Billy, son seres que no perciben la realidad como hacemos los seres humanos. Para los tralfamadorianos el tiempo es una dimensión más del espacio y no ven los acontecimientos uno detrás de otro sino varios a la vez. Por ello, no creen que lo que ocurre ahora sea consecuencia de lo que ha ocurrido antes, sino que todo lo que ha ocurrido, ocurre y ocurrirá, simplemente, es. Billy en una ocasión pregunta a los tralfamadorianos qué opinión tienen del libre albedrío, a lo que estos responden que les parece un concepto absurdo.

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Tralfamadoriano

A pesar de su particular percepción del tiempo, y de su avanzada tecnología, los tralfamadorianos no son responsables de los viajes temporales de Billy, y ni siquiera saben qué es lo que le ocurre, de manera que no pueden ayudarle con su problema. Pero sí pueden aportarle cierta actitud de resignación con la que Billy pueda afrontar los eventos de su accidentada (y discontinua) vida con serenidad.

Así es como Billy, al volver, sobrevive al resto de la guerra como prisionero de los alemanes, siendo trasladado en condiciones terribles a un campo de internamiento y después asignado a trabajos forzados en Dresde, donde asiste al espantoso bombardeo. En este periplo (interrumpido por unos cuantos saltos temporales), Billy conoce a dos prisioneros americanos que le marcan especialmente: uno es Edgar Derby, hombre educado y afable, profesor de secundaria de unos cuarenta años, que por su edad no ha sido llamado a filas pero se ha alistado por sentido cívico. El otro prisionero es Paul Lazzaro, delincuente de pequeña estatura y carácter violento, que lleva una lista de gente a la que odia y piensa encargar matar, lista en la que acaba incluyendo al propio Billy Pilgrim.

La guerra acabará bien para el rencoroso Lazzaro, que sobrevivirá y llevará a cabo sus venganzas, mientras que el altruista Derby morirá fusilado por robar una tetera. Así fue y será, como dirían los tralfamadorianos.

Y no diré mucho más, aunque no es que haya desvelado la trama, pues el autor deja caer un poco de todos estos acontecimientos desde el mismo principio de la novela, que no sigue una línea temporal normal, sino que va a saltos como la vida de Billy Pilgrim, sin que, al menos en mi caso, pierda interés la trama en cada lapso temporal. Encuentro igual de atractivas las aventuras y desventuras de Billy Pilgrim en la guerra, que las de su infancia, la posguerra o su estancia en Tralfamadore. Y es que hay muchos eventos llamativos a lo largo de la novela, y personajes de lo más pintoresco, algunos de los cuales están presentes en otras obras de Vonnegut, como el fracasado (y prolífico) escritor de ciencia ficción Kilgore Trout, o el estrafalario Howard W. Campbell Jr., que trabaja para los nazis reclutando voluntarios para formar una especie de División Azul americana.

Con todo, lo más llamativo de la novela es que entre sus detalles divertidos y trágicos deja muchas ocasiones para la reflexión, en el aspecto social, moral e incluso filosófico. Es asombroso que una novela de apenas doscientas páginas contenga tantas facetas, pero el estilo directo y el ritmo narrativo de Kurt Vonnegut da mucho de sí.

En fin, estamos ante un libro muy estimulante, aunque estas alturas de reseña sigo sin saber cómo clasificarlo. Sí que puedo recomendar vivamente su lectura. Si esta reseña os ha llamado mínimamente a atención, no os lo perdáis.

Matadero Cinco
Recientemente, se publicó Matadero Cinco en cómic con dibujos de Albert Monteys y guión de Ryan North. Es una adaptación muy fiel y también muy recomendable.



domingo, 25 de julio de 2021

Viajes con Charley - John Steinbeck



En 1960 el escritor John Steinbeck se hizo con una autocaravana y realizó un viaje por buena parte de los Estados Unidos en compañía de su perro Charley. El resultado fue este libro, que sería una muestra de la llamada literatura de viajes, con algunas particularidades.

La primera particularidad es que el autor no es uno de estos escritores habituales de libros de viajes, sino un novelista, y no uno cualquiera: John Steinbeck está considerado uno de los mejores escritores americanos de todos los tiempos y ganó el premio Nobel de literatura en 1962. Steinbeck tenía intereses diversos, pero es particularmente conocido por su percepción social, combinando en su obra el sentido del humor con el realismo más descarnado. Aparte de novelas tan destacables como Tortilla Flat o De Ratones y Hombres, su obra maestra es Las uvas de la Ira, para muchos la novela definitiva sobre la Gran Depresión. 

Siguiente particularidad: podríamos meter al libro en la categoría de “Libros con perro”, pues la verdad es que Charley tiene bastante protagonismo. El autor describe con muchísimo cariño a este “caniche francés, viejo y caballeroso”. A lo largo del libro, y como no podía ser de otra manera, Charley demuestra ser un excelente compañero de viaje, siempre pendiente de su amo, respondiendo a sus sentimientos y sensaciones, y comprendiendo su estado de ánimo mejor que nadie. Para quien haya tenido perros esto no tiene nada de sorprendente. Pero siempre es bonito leer sobre ello. 

John y Charley

Otra particularidad: la época en la que se escribió el libro, significativamente el año en que Kennedy derrotó a Nixon en las elecciones. Estados Unidos estaba cambiando rápidamente; eran años de prosperidad y de desarrollo, de televisión y de sociedad de consumo. A Steinbeck le parece que todo se está haciendo demasiado uniforme, que desaparecen los acentos regionales, que en todas partes se habla de forma parecida, que las frías autopistas han eliminado a las carreteras, que el medio urbano está arruinando el paisaje y que los restaurantes de carretera dan comida rápida en vez de comida de verdad. Vamos, que el escritor echa mucho de menos las buenas cosas de los viejos tiempos que la modernidad se está llevando por delante. Ahora bien, tampoco es que Steinbeck rechace el progreso: sabe reconocer sus ventajas, como el hecho crucial de que las familias ahora viven bien y ya no pasan las penurias que el propio escritor recogió en sus novelas un par de décadas antes. 

Con todo, y dado que el subtítulo del libro es “En busca de los Estados Unidos” no es de extrañar que Steinbeck haga un viaje muy rural, sin detenerse en ciudades, tratando de encontrar la esencia de su país. Y ciertamente el libro tiene momentos muy bellos sobre el entorno natural que se va encontrando, como cuando el paisaje desolado de las Badlands de Dakota del Norte se transforma al caer la noche. O la majestuosidad del estado de Montana, o la de las enormes secuoyas de la costa Oeste. 

Un mapa aproximado del recorrido

Ahora bien, esto es el medio físico de los Estados Unidos, pero ¿y sus gentes? Pues... no es que Steinbeck nos cuente demasiado. Personalmente, a mi me atraen mucho en los libros de viajes los personajes que el narrador se va encontrando, muchas de ellos con cosas interesantes que decir, pero no es el caso de Viajes con Charley. El viajero se encuentra con personas, pero no se relaciona mucho con ellas, y salvo excepciones, estas no parecen tener mucho que aportar sobre la esencia de los Estados Unidos. En este sentido, y esto es gusto personal, el libro me decepciona un poco. 

En esta ausencia de “personajes secundarios” sin duda tiene que ver el modo de viajar del autor, en autocaravana. Sin duda sería muy distinto si hubiese utilizado transporte público y se hubiese hospedado en distintos alojamientos, pues habría tenido más ocasiones de encontrarse con gente interesante.  De hecho, existe una cierta controversia con Viajes con Charley. Algunos entusiastas han intentado viajar por los Estados Unidos haciendo las mismas etapas que Steinbeck y han descubierto que el recorrido y los tiempos no encajan. Según afirman algunos periodistas el autor no realizó el viaje únicamente con Charley, sino que le acompañó su mujer en algunos tramos, alojándose con ella en hoteles o casas de amigos. Esto no se menciona en el libro, pero explicaría la poca relación del autor con terceros.

Ahora bien, cuando Steinbeck realizó este viaje había dejado atrás su juventud y no se encontraba nada bien de salud. Según cuentan sus familiares y amigos, realizó el viaje porque sabía que no le quedaban muchas energías, y de hecho murió pocos años después. Entonces, es hasta cierto punto comprensible que hiciera el viaje cómo lo hizo y no le vamos a pedir que fuera a la buena de Dios como hizo su compatriota Jack Kerouac en su libro En el camino. También le perdonaremos que no contara los viajes exactamente cómo tuvieron lugar; al fin y el cabo estamos hablando de un novelista. 

Hay una excepción en cuanto al poco protagonismo de los americanos de a pie en Viajes con Charley. En una parte del libro, Steinbeck sí tiene verdadero interés en mezclarse con las gentes de su país: es el episodio que transcurre en el Sur, concretamente en el estado de Luisiana, en el marco de la lucha por los derechos civiles. La historia es conocida y la hemos visto en muchos libros y películas: desde la guerra de Secesión, en los estados del sur de EE.UU. estaban vigentes leyes de segregación racial, que obligaban a los negros a vivir separados de los blancos. A partir de la década de 1950, diversas asociaciones por la igualdad racial consiguieron que el Tribunal Supremo declarase inconstitucionales esas leyes. Esto no fue aceptado por buena parte de la población blanca del Sur y ocasionó numerosos disturbios. 

Steinbeck nos muestra ese ambiente de confrontación y asiste a un hecho muy significativo: la entrada de alumnos negros en una escuela "de blancos" escoltados por agentes del gobierno, mientras son insultados y amenazados por una multitud enfurecida. La escena inspiraría al pintor Norman Rockwell para su famoso cuadro “El problema con el que todos vivimos”.


Steinbeck no alecciona al lector sobre el asunto: se limita a exponer la situación desde distintos ángulos y hablando con distintas personas, para que cada cual saque sus conclusiones. Y es que no hace falta más; los simples hechos ya son elocuentes por sí mismos. Exactamente lo que ocurre con el cuadro de Normal Rockwell.

El encuentro con el “Viejo Sur” es sin duda uno de los momentos cumbre del libro. De hecho el autor queda emocionalmente exhausto, tanto que al llegar a Virginia prácticamente termina su viaje al no tener ánimo para más vivencias.

Haciendo balance, podemos decir que Viajes con Charley resulta un libro de viajes muy agradable de leer, gracias al vivo estilo de Steinbeck. En cuanto a lo que se cuenta, aunque podría haber dado más de sí, no deja de ser un libro interesante, a ratos divertido, y que incluso invita a reflexionar. Recomendable.   

lunes, 31 de mayo de 2021

La llamada de la selva - Jack London

Portada de The call of the wild

La primera vez que lees el título de esta novela, con esto de “la selva” te imaginas que está ambientada en algún país de los trópicos. La sorpresa viene cuando descubres que la acción tiene lugar en el frío norte de Canadá, en la cuenca del río Yukón, lindando con Alaska. El caso es que el título en inglés es The Call of the Wild, cuya traducción literal sería La llamada de lo salvaje, y de hecho en algunas ediciones se llama así, pero el título más tradicional en castellano es La llamada de la selva, y así es como la llamaremos en esta reseña.

Dicho el lugar, pasemos a hablar de la época: se trata de los años finales del siglo XIX, en los que tuvo lugar el acontecimiento más importante en la historia de esta remota región canadiense: en 1896 se descubrieron yacimientos de oro y cuando se propagó la noticia tuvo lugar una migración masiva de trabajadores que ansiaban enriquecerse extrayendo el valioso metal. Este fenómeno ya había ocurrido en otras ocasiones, como en California en 1848, por lo que ya tenía nombre: la fiebre del oro. A esta en concreto se le llamó la fiebre del oro del Klondike, por ser este el nombre del río, afluente del Yukón, donde se habían hecho los principales hallazgos.

Después del lugar y el momento, toca hablar del personaje principal. Se trata de un perro. Un perro de trineo, para ser exactos. Pero no es un perro ordinario, ni mucho menos. Y la historia que vive no es una historia cualquiera. Pero antes de hablar de la historia de Buck, que así se llama nuestro protagonista, detengámonos un poco en la vida del autor de la novela.

Foto de Jack London
Jack London

Jack London había nacido en San Francisco. De formación autodidacta, pues su situación económica no le permitía pagarse unos estudios, pasó por diversas ocupaciones, incluyendo la de marinero, e incluso fue vagabundo una temporada. En el verano de 1897, contando 21 años, decidió unirse a la fiebre del oro del Klondike, al igual que muchos otros estadounidenses que veían en el lejano Norte una última oportunidad de lograr el famoso sueño americano.

Mineros subiendo el paso de Chilkoot, 1898
Mineros subiendo el paso de Chilkoot, 1898

El viaje en sí era una dura prueba. Primero había que llegar en barco al sur de Alaska. Después había que atravesar a pie el empinado paso de montaña de Chilkoot que separaba Alaska de Canadá, cargado con todas las herramientas y pertrechos, lo cual suponía un peso considerable, pues las autoridades canadienses exigían llevar comida para un año. Una vez superada la cordillera había que construir balsas para iniciar un arriesgado viaje fluvial de 800 kilómetros, siguiendo el río Yukon y sus peligrosos rápidos hacia el norte, hasta llegar a Dawson, la nueva ciudad que los buscadores de oro habían construido a toda prisa y donde se registraban las concesiones mineras.

El viaje de Jack y sus compañeros duró más de lo previsto, y en octubre, cuando aún estaban a más de cien kilómetros de Dawson, se dieron cuenta de que el invierno se les echaba encima, así que marcaron una concesión a toda prisa, para poder llegar a la ciudad antes de que el río se congelara. Una vez allí buscaron alojamiento esperando probar suerte en la concesión cuando la nieve se derritiera.

Ciudad de Dawson, 1898
Ciudad de Dawson, 1898

Durante los largos y oscuros meses de gélido invierno, Jack contrajo el escorbuto debido a la mala y escasa alimentación. A la primavera siguiente, no tardó en darse cuenta de que en la concesión marcada el otoño anterior no había oro. También advirtió que no tendría una segunda oportunidad: toda la región estaba tomada por miles de buscadores y no quedaban ya concesiones por registrar. Así que, enfermo y desilusionado, decidió abandonar y regresar a California.

Con todo, Jack London fue de los pocos que volvió del Yukón con algo valioso. Había fracasado como buscador de oro, pero había puesto los cimientos de su carrera como escritor. No había perdido el tiempo durante aquel periplo: había observado, había hablado con las gentes de la región, había escuchado historias, algunas historias de los pocos que se hicieron ricos con el oro y muchas historias de los demás, de los que fracasaron y lo perdieron todo, algunos incluso la vida, derrotados por el frío polar, el hambre, las enfermedades y el cansancio.

El escritor también se había fijado en unos seres que compartían, calladamente, todas esas penalidades: los perros de los trineos, tal vez los protagonistas más sufridos de la estampida del Norte, los héroes involuntarios de aquella locura. Y así surgió, pocos años después, el libro que nos ocupa.

Perros de trineo en la fiebre del oro del Klondike
Perros de trineo en la fiebre del oro del Klondike

La historia de Buck no empieza en las tierras polares. Empieza, como la propia historia del escritor, en la soleada California. Buck es un perro de gran tamaño, cruce de San Bernardo y pastor escocés, y vive felizmente en la casa de un juez.

Su suerte cambia cuando se desata la fiebre del oro en el lejano Norte, donde los trineos de perros son el único medio de transporte posible durante los meses de invierno. Como consecuencia de la afluencia masiva de buscadores, se dispara la demanda de perros grandes en todo el oeste de Estados Unidos, llegándose a pagar por ellos sumas muy elevadas. Es la ocasión que aprovecha un criado, necesitado de dinero para pagar sus deudas, para robar y vender a Buck.

Buck, primero desconcertado y luego enfurecido, se ve encerrado en una jaula, trasladado y finalmente entregado a un brutal adiestrador, que le enseña una dura lección: un perro no puede ganar en una pelea contra un hombre armado con un garrote.

Después de eso, Buck es comprado por unos comerciantes y embarca rumbo al Norte, en compañía de otros perros. Pronto aprende otra lección, después de presenciar como uno de sus compañeros, una perra Terranova de carácter afable, sucumbe al ser atacada por unos huskys agresivos. Es la ley del garrote y el colmillo. A partir de ese momento, Buck mide mucho su trato con otros perros y escoge únicamente las peleas que sabe que puede ganar.

En fin, Buck llega a las tierras del Norte y empieza su vida como perro de trineo, en la que irá pasando por distintos dueños, viviendo distintas aventuras y aprendiendo más habilidades: cómo comer deprisa para que otros perros no le roben la comida, cómo sobrevivir al frío y a la nieve, cómo tirar del trineo en duras jornadas… en este aprendizaje le es muy útil su inteligencia, pero no es suficiente. Enfrentado a situaciones extremas necesita guiarse por sus instintos, su naturaleza salvaje, una naturaleza hasta entonces escondida por su educación de perro doméstico, pero que es parte de su ser, una parte necesaria para salir de las situaciones en la que su vida está en juego. No desvelaré mucho más de la trama, pero baste decir que Buck acabará descubriendo que esa naturaleza salvaje es en realidad su verdadera naturaleza.

Se puede decir que La llamada de la selva es una novela de aprendizaje, de autodescubrimiento. También, sin duda, es una novela épica, pues es la historia de un héroe, de un ser extraordinario que logra triunfar sobre las adversidades, y sobrevivir donde otros perecen. Pero en definitiva, La llamada de la selva es una novela de aventuras. Ahora bien, conviene indicar que a menudo esa etiqueta se suele asociar a la literatura infantil, y La llamada de la selva no ahorra momentos muy duros y violentos, reflejando la realidad en toda su crudeza.

La lucha por la supervivencia es uno de los detalles más notables del libro, aunque el rasgo más destacado es la maestría con la que el autor nos muestra con lenguaje directo los sencillos pensamientos, emociones y sensaciones del protagonista. Todo ello manteniendo un buen ritmo narrativo que no decae en ningún momento, de manera que las apenas doscientas páginas del libro se leen sin que uno se dé cuenta.

Como conclusión, podemos decir que estamos ante una novela de aventuras muy bien concebida y bellamente escrita. A veces después de leer un libro me pregunto para quien sería recomendable, pero en el caso de La llamada de la selva creo que se la podría recomendar a todo el mundo.

Cartel de la película "The Call of the Wild"
Película protagonizada por Harrison Ford. No la he visto, pero me gusta el cartel.